EL NIÑO, LA FAMILIA Y LA EDUCACIÓN INICIAL
El niño aunque tenga hermanos mayores, se considera el centro de
la familia. Desde los tres años empieza a descubrir el mundo exterior.
Progresivamente se enfrentará a los demás, aprenderá a pensar en ellos y a jugar
y trabajar en común. El pequeño deberá afirmar su imagen, y establecer una
relación equilibrada con sus padres y con su familia, por medio del ensayo de
su personalidad en el contacto con los demás, de la experimentación de su
cuerpo, su inteligencia y sus posibilidades en un mundo que ya no es su pequeño
espacio protegido.
LA ESCUELA
La escuela es el universo de la primera socialización.» La
enseñanza preescolar representa un papel de primer orden en la educación y el
desarrollo del niño. Incluso, se llegan a dar casos en los que la escuela se
convierte en el único universo, el único rincón de afecto de niños ignorados en
sus casas.
Los trabajos realizados en el centro de educación inicial, ayudan
al desarrollo del niño. Un profesor experimentado está en mejores condiciones
que los propios padres para detectar alguna dificultad motriz o psicológica, y
puede orientar a los padres acerca de las acciones a tomar
En el aspecto social, el niño descubre allí un mundo en miniatura,
en el que hay individuos tranquilos y violentos, niños y niñas. Aprenderá a
defenderse por sí solo sin la protección de su madre. A ello hay que añadir los
efectos benéficos de la escuela en el terreno del lenguaje. El niño se ve
obligado a hacer el esfuerzo necesario para que le comprendan sus compañeros.
Ante todo, porque los niños de su edad no entenderán las palabras incorrectas o
mal pronunciadas, a las que sus padres ya están acostumbrados. Pero también
porque estos mismos niños se burlan de los que hablan como un bebé y se tendrá
que esforzar por hablar como «un mayor».
Por último, no olvidemos las ventajas comunes a todas las
actividades de grupo, que estimulan al esfuerzo y acostumbran a la disciplina.
Las canciones de coro, los juegos entre varios, que agudizan la imaginación y
desarrollan su expresión, obligan a desarrollar la imaginación, el sentido del
espacio y permiten al niño:
· Completar su ubicación en el tiempo y el espacio
· Manifestar su creatividad, sus posibilidades y sus talentos
· Situarse a sí mismo frente a los demás y la sociedad
· Establecer relaciones más equilibradas con su mundo familiar
· Afirmar su personalidad
¿A qué edad se debe entrar en el Centro de
Educación Inicial?
El niño estará mejor en la escuela con otros niños de su edad y
entretenido que con una niñera en casa. Si el niño se queda en casa,
especialmente si es hijo único, es probable que se aburra cuando sus padres
salgan a trabajar.
Sin embargo, queda el caso del niño cuya madre pasa el día en
casa. ¿Debe empezar a ir al Centro
de Educación Inicial desde
los tres años, o se debe esperar un año más? Todo
depende del niño. Hay
niños que se desarrollarán mucho mejor si empiezan a ir a la escuela a los tres
años, mientras que otros a los tres años y medio no son aún lo suficientemente
maduros para emprender esta primera experiencia social.
No es recomendable el ingreso prematuro en el centro de educación inicial
(C.E.I.) para aquellos niños:
Cuyo estado de salud es deficiente y que se fatigarían a causa del
horario escolar.
Que estén atravesando una crisis psicológica, sobre todo en el
momento del nacimiento de un hermano. En este caso es aconsejable que
permanezca un año más en casa para que pueda recuperar el equilibrio familiar y
no se sienta rechazado.
Que vivan demasiado lejos de la escuela, pues los viajes de ida y
vuelta les fatigaran.
Es aconsejable el ingreso precoz en el C.E.I.
a aquellos niños:
· Que sean hijos únicos. Aunque los padres dediquen tiempo a jugar
con él, nunca podrían
sustituir a los niños de su edad.
· Que tengan un carácter difícil o sean tímidos. El alejamiento
del medio familiar, el contacto con niños de su edad. Constituye una terapia
afectiva que a menudo recomiendan los pediatras
Cuya madre trabaja y no puede dedicarle la atención y dedicación
necesarias.
· Que tengan hermanos o hermanas mayores que vayan a la escuela.
· Que sean demasiado lentos para desenvolverse solos (lavarse,
vestirse, etc.)
· Que muestran deseos de ir a la escuela.
El niño que está en condiciones de ir a la escuela lo sabe y lo pide.
No sabe exactamente lo que es la escuela, y puede que pasado el
atractivo de la novedad diga que no quiere seguir yendo. Normalmente el niño
que está en condiciones de ir a la escuela siente la necesidad de conocer a
otros niños y de jugar con ellos. Además, suele dedicarse en casa a hacer
pequeños trabajos manuales, como dibujo, incluso juega «a la escuela».
Los padres deben prepararse a tiempo para mandar a su hijo a la
escuela:
Viendo a su hijo no como a un bebé.
Sabiendo que llevar al niño a la escuela no le altera, sino que,
al contrario, le equilibra.
No teniendo celos de la la maestra. Al contrario, es necesario
fortalecer los lazos escuela-familia.
Dándose cuenta que el paso por el Centro de Educación Inicial es imprescindible para el
futuro escolar del niño.
Actitud familiar frente a la escuela
El niño de cuatro años debe empezar a ir a la escuela. De sus
padres depende que el pequeño continúe deseando ir a la escuela o que acepte empezar
a ir sin problemas.
El primer día es importante. Debe prepararse con bastante
antelación, no comprando todo tipo de accesorios caros e inútiles, sino
manteniendo una actitud favorable frente a la escuela.
Desde dos o tres meses antes, los padres deben hablarle al hijo de
su próxima entrada en la escuela, hablándole de lo que hará allí, de sus
compañeros, de sus amigos y amigas, etc. Al mismo tiempo, la madre debe
reflexionar acerca de la entrada en la escuela de su hijo para considerarla
como un paso en la evolución de su hijo o de su hija, como cuando empieza a
andar, por ejemplo, y no vivirlo como una separación.
Cuando llegue el gran día, conviene que los padres acompañen
juntos a su hijo hasta la escuela, aunque a partir del día siguiente sea uno de
ellos el que se vaya a encargar de llevarle. Es previsible que el niño estará
emocionado. Puede que ya sea lo suficientemente mayor como para ocultar la
emoción; los padres también deben serlo. Puede que, por el contrario, sea
pequeño y se asuste en el momento en que se quede sin sus padres. Esta
despedida debe hacerse lo más breve posible, y en la mayor parte de los casos
el niño se olvida enseguida.
Si el niño llora todos los días o se niega a ir a la escuela
incluso después de un día fácil, habrá que actuar en función de su edad. Si
tiene cuatro años o más, habrá que insistir, aunque a esta edad es muy raro el
rechazo. Si tiene menos de cuatro años, y sobre todo si tiene dos años y medio,
no se debe insistir más de una semana. Puede que aún no esté listo para ir a la
escuela. Es mejor renunciar por este año y aplazar para el siguiente el
ingreso. Se le puede ir preparando con actividades de grupo a lo largo de este
período.
Las relaciones con la maestra
Para el niño la maestra es un ser especial, admirada por lo que
sabe, respetada, pues puede ser tan severa o más que la madre, y se le hace más
caso. Pues se dedica exclusivamente a ocuparse de los niños y a jugar con
ellos. El niño que se adapte bien a la escuela hablará con sus padres de su
maestra y le contará, a su vez, a la maestra acontecimientos de la vida
familiar. No debe sorprender esta falta de discreción. Cuando menos separados
estén la escuela y el hogar. Mejor irá todo, pues estos dos mundos diferentes,
estos dos polos de la vida del niño. son complementarios y ninguno puede
sustituir al otro.
Para los padres la maestra no debe ser una rival. Antes bien,
deben alegrarse de que su hijo quiera a la maestra y deben mantener con ella
lazos estrechos. Conviene hablar con ella quince días antes de la entrada y una
vez al trimestre, para saber si el niño se adapta bien y conocer su opinión.
Si se producen problemas, la maestra sabrá indicar a los padres lo
que haya observado. Estos deben tener siempre en cuenta su opinión, pues está
preparada para conocer el carácter, los problemas o las dificultades de de los
niños que tiene a su cargo, gracias a su trabajo, y puede que hasta por las
confidencias que un niño puede atreverse a hacer en el colegio.
Nunca se debe:
Criticar a la maestra en
presencia del niño por su
forma de actuar, de vestirse o de enseñar.
Criticar a la escuela en presencia del niño.
Cambiar demasiado a menudo de escuela.
Quejarse de la maestra a la directora; es mejor hablar directamente con la
interesada.
Tomar partido por el niño que se queja de su maestra; una vez más,
es preferible tratar de descubrir el verdadero problema, hablando con la
maestra y con el propio niño.
Las relaciones con otros niños
Un niño bien adaptado a su medio escolar tendrá buenas relaciones
con sus compañeros. Por supuesto, habrá discusiones, puede que hasta bofetadas,
pero que no serán demasiado graves, porque forman parte del juego. No hay que
olvidar que cuanto menos se inmiscuyan los padres en los asuntos que tienen los
niños entre sí, mejor. Por supuesto, en el centro de educación inicial los
niños hasta se podrían dar patadas y el más pequeño podría recibir más, pero
también es cierto que cuanto más reciba, antes aprenderá a no dejarse y a
defenderse. Evidentemente, será necesario intervenir cuando se esté en
presencia de un elemento anormal o peligroso, aunque es previsible que la
propia escuela lo haga antes que cualquier padre. En la mayor parte de los
casos es preferible dejar que los niños se las arreglen entre ellos, y
normalmente el que amenaza con frecuencia con «decírselo a mamá». o cuya
madre interviene constantemente para defenderle, se ve inmediatamente excluido
del grupo.
La escuela es el segundo mundo del niño. Es él mismo quien elige a
sus compañeros, encuentra a su amigo(a) intimo(a), a los miembros de un pequeño
grupo de unos diez niños y niñas que se invitan mutuamente a su casa para
celebrar los cumpleaños. Siempre es positivo alentar estos encuentros, invitar
al compañero que pide el niño o dejarle ir a su casa. Ello demuestra que existe
una armonía entre la escuela y el hogar y que el niño no separa por completo
ambos mundos, sino que los une con un mismo lazo afectivo.
El centro de educación inicial, ¿preparación
para la escuela primaria?
Efectivamente, el jardín de infantes es lo que se conoce por
educación preescolar, y no una simple guárdería infantil. Por ello, es
aconsejable que los padres manden a su hijo durante dos años al centro de
educación inicial.
El primer año constituye una transición evolutiva, una adaptación
a la vida escolar, al grupo, mediante actividades creativas y juegos.
El segundo año tiene una gran importancia para el futuro escolar
del niño. Además de las actividades educativas y creativas generales, aprenderá
los fundamentos de la lectura, de la escritura y del cálculo. El niño va a
ejercer sus facultades visuales, auditivas, su memoria, su juicio y su atención
en forma de juegos. Desde luego, no termina la pre escolar sabiendo leer y
escribir, pero sí habrá aprendido lo suficiente para que, desde el momento en
que inicie la enseñanza primaria, todos esos conocimientos encajen como las
piezas de un rompecabezas y esté en condiciones de leer y escribir.
Se puede resumir el trabajo preparatorio de la preescolar del
siguiente modo:
+ Integración social
+ Aptitud para las actividades de grupo
+ Descubrimiento de la capacidad ex presiva
+ Desarrollo de los sentidos, del juicio y la reflexión
+ Preparación para la lectura, la escri tura y el cálculo
+ Desarrollo del vocabulario
+ Creación del deseo de leer y escribir.
Un niño que culmina con éxito la preescolar, sabe, por término
medio, copiar una frase de tres o cuatro palabras, reconocer las letras y las
cifras, contar hasta cien y reconocer algunos grupos de letras y palabras, como
su nombre y apellidos.
NIÑO Y EL TIEMPO LIBRE
Nuestra civilización del ocio tiene un sitio muy amplio para los
niños. Nuestra sociedad de consumo pone cada día en el mercado nuevos juegos,
juguetes, productos destinados al público infantil. Incluso los asuntos de
interés de los adultos son accesibles a los niños, como sucede con la
televisión que, al penetrar en el núcleo familiar, les ofrece una ventana al
mundo exterior, un espejismo de colores que a veces resulta inapropiado.
¿Es posible llevar a esta personalidad naciente las diversiones
que reclama? ¿No serán demasiadas distracciones las que se ofrecen a una
personalidad en formación? No, si se sabe escoger y si los padres se muestran
prudentes y tienen bien presente la edad y el grado de madurez del niño. De
este modo es posible establecer una armonía entre el carácter y las diversiones
del niño que favorece el desarrollo de su personalidad.
LA ORIENTACIÓN HACIA LA LECTURA
El hecho de que la mayoría de los adultos lean poco o mal se debe,
en cierto modo, a que no se les creó el gusto por la lectura y el amor por los
libros durante su infancia.
La educación preescolar prepara al niño para la lectura. Es muy
frecuente que las familias reprochen a las profesoras de preescolar que no
enseñen de verdad a leer a sus hijos. Ello se debe a que, salvo casos
excepcionales, un niño de cinco o seis años no está maduro para iniciar la
lectura propiamente dicha. Sin embargo, la educación preescolar le prepara para
ello. Como ya hemos indicado, lo hace a través de la integración social del
sujeto, las actividades de grupo, el desarrollo de la creatividad, los sentidos
y el dominio de los medios gráficos de expresión (sobre todo el dibujo).
Posteriormente, durante el año de preparación para la primaria lo hace mediante
ejercicios más directos.
Ejercicios de lectura de frases ideográficas que sirven de bisagra
entre la comunicación oral y la lectura propiamente dicha. Al mismo tiempo
permiten acostumbrar al niño a la fijación de los ojos y al sentido de la
lectura
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